Cuando los voluntarios de la Defensa Civil entraron en un almacén abandonado, el lunes por la noche, encontraron un espectáculo dantesco. Una chica yacía moribunda, aún consciente, con el abdomen abierto y sus órganos en el suelo. Se estaba desangrando a pasos agigantados.
En urgencias del Hospital a donde la llevaron, la sorpresa fue aún mayor. Los galenos descubrieron que la joven, de 18 años, tenía restos de la placenta y armaron el rompecabezas.
Le habían practicado una cesárea salvaje –un profundo corte en forma de T. Luego la policía descubriría el resto de la historia.
El lunes pasado, en Duitama, población cercana a Bogotá, dos adolescentes, una de 16 y su prima hermana, de 14 años, secuestraron a María Amparo Rivera, embarazada de siete meses. Su fin último era robarle la criatura que llevaba en el vientre.
Con la promesa de un trabajo, le hicieron llegar al almacén en el barrio El Libertador. A los pocos minutos le ataron de pies y manos y procedieron a realizar la cesárea sin anestesia, a la fuerza, con unas tijeras y un cuchillo, guiadas por unos documentos sobre ese tipo de intervenciones que encontraron en Internet.
Una vez concluida la operación, la de 14 años se fue en taxi a su casa con el bebé en brazos, aún ensangrentado. Explicó a su madre que era el hijo de su prima, que le había pedido que lo cuidara.
La señora, preocupada porque la criatura tenía problemas respiratorios, lo llevó al hospital local donde le internaron en el pabellón de recién nacidos, le metieron en una incubadora, y con el paso de las horas descubrieron su verdadera identidad. En todo caso las autoridades judiciales decretaron la práctica de la prueba de ADN al bebé para estar cien por ciento seguros.
Entretanto, su prima se alarmó al ver que la mujer no dejaba de sangrar y optó por llamar al teléfono de urgencias de la defensa Civil de Duitama para pedir una ambulancia. Antes de que llegara huyó, pero fue capturada más tarde.
"Es un hecho sin precedentes, que pensamos llevaron a cabo creyendo que era una cirugía sencilla, que podrían practicar sin complicaciones", explica a elmundo.es el coronel Edgard Saavedra. "A pesar de su mente diabólica, fueron ingenuas. La que lideró el proceso y le abrió el estómago fue la de 16, una niña que había abandonado el colegio, no hacía nada y debió de ser la de la idea".
Por fortuna y pese a la brutalidad del delito que sufrió, María Amparo Rivera se encontraba grave, pero fuera de peligro el miércoles por la tarde. Los médicos dijeron que corre el riesgo de contraer alguna infección dada la nula higiene con que le practicaron la cesárea y el tiempo que permaneció abierta.
"Aunque el procedimiento no fue el más ortodoxo, llama mucho la atención que unas niñas hayan podido adelantar esa cirugía. Máxime, si se tiene en cuenta que la paciente supuestamente estaba despierta y luchando para que no le sacaran a su hijo", explicó Ernesto Giraldo, coordinador de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Duitama.
Las dos delincuentes, cuyos nombres se mantienen en reserva, explicaron que la mayor de ellas, había perdido al hijo que esperaba de su novio, también de 16, por una caída, y temía que la abandonara. Por eso buscaron a una embarazada de siete meses de gestación, los mismos que tenía ella, para quitarle el bebé y presentarlo como propio.
Tanto la policía, que detuvo a las culpables, como los médicos, no descartan que las niñas contaran con un cómplice. Ambas se encuentran detenidas en un centro de menores, acusadas de secuestro e intento de homicidio. Dada su corta edad, no pasarán por la cárcel y saldrán pronto a la calle.
EL MUNDO .ES
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